21 abril 2005

¿Un papa de transición?

Se equivocaban quienes pronosticaban un papa de transición, y mucho más quienes argumentaban que Joseph Ratzinger, debido a su edad, podría serlo. El cardenal alemán, por su poder dentro de la Iglesia, por su entidad intelectual, por su buena salud y por su trayectoria reciente, no parece llamado a desempeñar un reinado intrascendente. De ello habla la elección de su nombre: desmarcándose desde luego de quienes pretendían un Juan XXIV más progresista, pero también de quienes habrían encontrado en un Juan Pablo III un tranquilizador continuismo, el hasta ahora prefecto de la Congregación para la Doctrina y la Fe –es decir, el guardián de la ortodoxia– ha escogido un nombre desprovisto de esas connotaciones. El último Benedicto (1914-1922) fue un papa diplomático, pero también legislador. Sin duda Ratzinger, a cuya influencia muchos atribuyen la elección de Karol Wojtyla en 1978, no tendrá la intención de pasar por el timón de la nave de San Pedro sin gobernarlo: lleva demasiados años tirando de los hilos desde la sombra para no albergar criterios propios. Y su edad, setenta y ocho años, no supone hoy día un grave obstáculo para un anciano física e intelectualmente tan activo; el brillo de sus ojos pequeños e inteligentes así lo proclama. ¿Un papa de transición? Lo veremos. Ratzinger se ha distinguido en el combate al laicismo, al comunismo, al sacerdocio de las mujeres, al matrimonio de los sacerdotes, al de los homosexuales, a los mismos homosexuales... Es seguro que Benedicto XVI será tan conservador –pero tal vez no tan amable– como Juan Pablo II. Última Hora.

19 abril 2005

Golpes de martillo

Estos días hemos recordado la tradición conforme a la que el papa difunto es convocado tres veces por su nombre y golpeado en la frente con un martillito de plata, a fin de comprobar ritualmente que efectivamente ha fallecido. La tradición del martillazo, sin embargo, tiene ingratos antecedentes. Juan VIII (875-882), un papa enérgico –aunque mundano– en un siglo de extrema violencia y corrupción en Roma, fue asesinado por uno de sus acompañantes, que envidiaba sus riquezas. El traidor, no contento con haberle administrado un veneno, que a su juicio demoraba demasiado el desenlace, descalabró al moribundo a golpes de martillo. Suponemos que no hay relación entre estos hechos y el actual rito...

18 abril 2005

De labore solis

Como es sabido, allá por 1595 el benedictino Arnoldo de Wion publicó un manuscrito que circulaba atribuido a san Malaquías, arzobispo irlandés del siglo XII, según el cual a todos y cada uno de los papas de la historia –pasados y futuros- se les asignaba un lema. Casualmente, los papas en aquel momento históricos recibían en la presunta profecía lemas muy adecuados a sus virtudes o deméritos. En cambio y sospechosamente, los papas posteriores a la fecha en que empezó a circular el manuscrito ostentan lemas oscuros, traducibles con gran dificultad a rasgos concretos de los papas a los que corresponden, a no ser mediante el ejercicio de la metáfora o la transigencia (que vienen a ser lo mismo).

Estos días se ha repetido el error que se viene repitiendo en las informaciones acerca del Vaticano cada vez que salen a relucir las famosas profecías. Según éstas, Juan Pablo II habría sido el antepenúltimo: tras su sucesor (De gloria olivae), habría de venir un último pontífice, Petrus Romanus, con el que se cerraría circularmente la nómina de los papas y se anunciaría el Día del Juicio. Es decir que, a veinte años por papa, con suerte, nos quedarían cuarenta años. Después, la hecatombe: el deshielo definitivo de los polos, la guerra nuclear, tal vez un meteorito o –cielo santo– un nuevo programa de Leticia Sabater...

El caso es que el lema asociado al número de Juan Pablo II en la profecía, De labore solis, viene siendo traducido como “el trabajo del sol” y, claro, enigmático sí resulta. Los comentaristas, incluso en algún estudio pretendidamente serio, han hecho verdaderos prodigios exegéticos para intentar deducir qué cosa quiso decir el apócrifo irlandés con semejante acertijo. Los curas, no sé si se han dado cuenta, callan. Y es que los curas saben latín. En ambos sentidos. Porque aquí labor no quiere decir “labor, trabajo” (se trata de un falso amigo, como diría un traductor), sino lo que suele significar cuando acompañan a esta palabra la luna o el sol: “eclipse”. Así, el lema que resume el papado de Karol Wojtyla, “el eclipse de sol”, concordaría muy bien con el sentimiento de quienes, aparte los incuestionables méritos personales del pontífice difunto, creemos que el suyo fue un reinado regresivo, conservador, ajeno a muchas sensibilidades contemporáneas y a algunas necesidades elementales de muchos católicos: los millones de africanos enfermos de SIDA, las mujeres que desean acceder al sacerdocio, los homosexuales, los que desean una muerte digna... Tal parece que san Malaquías no hubiese aprobado el trabajo del que con toda probabilidad será el próximo santo polaco.

17 abril 2005

¿Raptar a la hija del papa?

Adriano II (867-872) vivía en su palacio lateranense con su mujer y su hija. Eran otros tiempos –que la actual jerarquía romana parece haber olvidado– y este pontífice había contraído nupcias antes de abrazar el sacerdocio. Elegido papa ya con 80 años, hubo que insistirle tres veces antes de que aceptase el compromiso; y no resultó mal papa. Sin embargo, un tal Eleuterio, hijo de obispo y sobrino de antipapa, vino a mancillar su reinado secuestrando a su hija y a su mujer. Perseguido por Adriano y por el emperador Luis, el raptor acabó asesinándolas y, a su vez, ejecutado por orden del carolingio; todo lo cual no contribuyó precisamente al prestigio del papado. Última Hora.

Humanos

A uno lo divierte la insistencia informativa en esos detalles que sugieren que los príncipes de la Iglesia son beatíficos y desinteresados seres: no pueden postularse, no pueden hacer campaña... Pero en ese cuerpo numerosísimo que es la Iglesia sólo llegan a cardenales unos pocos: los brillantes, los laboriosos, los portadores de criterio. Los discretos. Y, sí, los ambiciosos. Será papa quien más sutilmente se haya situado estos últimos años. Si ha de ser italiano o nigeriano, sexagenario o setentón –no me cabe ninguna duda–, es secundario. Última Hora.

14 abril 2005

Atila y san León Magno

En 452, Atila invadió Italia. El emperador Valentiniano se refugió en las murallas de Ravena y no quiso saber nada; sólo la autoridad del papa León podía salvar Roma. Rafael describe en un fresco vaticano el encuentro entre un pontífice sereno y magnífico y un bárbaro aterrorizado por la presencia en el cielo de san Pedro y san Pablo, armados de espadas. Los escépticos, en cambio, dicen que León compró con oro la retirada del huno... Fuese como fuese, no hubo la misma suerte tres años más tarde: el vándalo Genserico arrasó y saqueó Roma durante quince días, y miles de romanos fueron esclavizados. A León no le quedaba sino el trabajo de la reconstrucción. Última Hora.

08 abril 2005

Razón de peso

Carlos de Inglaterra es culpable de haber abandonado a una mujer joven y bella por otra fea y desgarbada. Que ésta sea una mujer interesante –la imaginamos, incluso, fascinante, dada la incendiaria y perdurable pasión que ha inspirado en el heredero británico, sin duda un hombre refinado–, mientras la princesa difunta se caracterizó por no tener en la cabeza otra cosa que abundantes pájaros, es lo de menos: los británicos no parecen conocer más alternativa a una reina hermosa que la república. Y así se hace la historia... Última Hora.

07 abril 2005

El nombre de los papas

En 532 murió Bonifacio II. Dos meses y medio pasaron antes que el clero de Roma hubiese elegido a su nuevo obispo. Finalmente, el 2 de enero de 533 fue promovido al solio papal un presbítero romano llamado Mercurio, como el dios pagano de los ladrones: naturalmente, el recién electo adoptó el nombre de Juan, y desde entonces fue frecuente que el nuevo papa escogiese un nombre diferente al propio y que significase algún tipo de devoción, homenaje o agradecimiento hacia un papa anterior. La tradición inaugurada por san Juan II se cumple a rajatabla desde 1009, con sólo dos excepciones. Última Hora.

02 abril 2005

El gesto

Yo no sé ustedes, pero este apóstata confeso guardará el resto de sus días la imagen del papa en su última aparición pública. Asomado al alféizar, se esfuerza por hablar, por respirar, y sólo le sale un frustrado ademán. Karol Wojtyla ha sido portador de una voluntad férrea y de la dignidad más humana: enérgico hasta el final, mas sin soberbia. Algunos han criticado esas imágenes y hablan de morbo, de ensañamiento; yo, sinceramente, deseo ese gesto y esa dignidad para mí, cuando el momento llegue. Última Hora.